Un inmigrante desembarca en el país equivocado en el momento equivocado. El caso Ergün Demir abre una nueva categoría de análisis: la aculturación mediática, ese adoctrinamiento violento sobre un extranjero para que rinda televisivamente.
La historia se inicia con El Trece poniendo al aire Las mil y una noches, una novela de éxito incomprensible, emitida en Turquía de 2006 a 2009. Esta lata mal doblada logra inesperados picos de rating.
Con ese maquiavelismo brillante y plausible, la producción de ShowMatch gestiona la presencia del actor principal. No llegan a un acuerdo pero barajan otra alternativa: un personaje secundario conocido como Ali Kemal.
Ergün Demir: hombre cuarentón, de inteligencia moderada, masculinidad sincera, talento actoral tibio, dotes de bailes chistosos. Ya desde lo fonético, ofrece un exotismo que rinde aún más con Jazmín Natour, su prótesis verbal, una coextensión permanente que, bendecida por la atención de Tinelli, va independizándose, o al menos convirtiéndose más en una vocera que en una traductora.
Para entender en Ergün Demir ese arco que va de la alegría más espontánea al abatimiento más lamentable, hay que apuntar a un único y gran pecado: el exceso de corrección política. Si en un principio sus reflexiones progresistas entusiasmaban a Tinelli, con el paso del tiempo este coqueteo intelectual no encontró a qué aferrarse.
A comienzos de año hubo una buena retroalimentación entre el apóstol Ergün y el peronista Samid, adjudicándose éste una descendencia siria, y exigiéndole al turco que responda por el genocidio armenio. Este pedido disparatado fue atajado por Ergün, empezando entonces a dar clases de política internacional, adhiriéndole a su verborragia insistentes mensajes concientizadores.
Luego llegó el balbuceo, el significante vacío, el deterioro de la solemnidad. De pintoresco e inofensivo, Ergün se tornó tedioso y petulante.
Sus buenos pensamientos, buenas intenciones, buenos modales y buenos sentimientos, se hicieron un sello de agua. Ergün buscó evangelizar a la población desde un lugar absurdo: el estudio central de Ideas del Sur; esparció política internacional como se esparce papel picado en un casamiento.
Durante el conflicto de los inmigrantes sirios intentando cruzar la frontera, Ergün bajó línea. También se afeitó para dedicarle un adagio a una actriz muerta por cáncer y se arrodilló religiosamente ante la visita de su madre.
El colmo de la grandilocuencia llegó con el homenaje a Francia por los atentados terroristas. A Ergün se lo devoró el artista sartreano, sin entender que estas grandes causas no encajaban en el programa. Sus apariciones eran momentos pantanosos y decaídos, una seriedad tóxica para la frivolidad televisiva.
Porque ShowMatch es amnesia hecha a fuerza de pantallas LED, lucecitas parpadeantes, cuerpos turgentes, retóricas envenenadas y una maldad cosmética. Ergün y sus traumas mundiales necesitaban correrse del show; ése era el mensaje encriptado en las devoluciones del jurado.
El jueves por la noche, al perder por un margen mínimo en la votación telefónica, Ergün denunció fraude y racismo. Su compromiso exoesquelético se cayó a pedazos y empezó a predicar sobre sí mismo. Se olvidó de los desahuciados y al fin habló en su nombre. El contenido de las palabras fue tan contundente que inclusive Jazmín se desvaneció para cumplir un imparcial rol de traductora.
Ergün se hundió en la tragedia de quedar eliminado de un certamen de baile. Trastornado por la impotencia, se convirtió en el centro del universo y hasta puso en jaque la legitimidad del programa. Finalmente entendió que él fue quien estuvo siendo evangelizado de un modo más efectivo y sigiloso.
Con esta revelación, Ergün deberá decidir si permanece en la Argentina, aceptando las salvajes reglas mediáticas, o si regresa a Turquía, para correr a los brazos de su señora madre y resistir la inminente invasión marciana.
De pintoresco e inofensivo, Ergün Demir se tornó tedioso e intentó aportar una seriedad mal recibida por la frivolidad televisiva. El actor turco abandonó ShowMatch denunciando racismo. Una nueva entrega de la columna Lado B.