Entre caníbales, que comenzó la noche del miércoles por Teleocho, dio inicio al calendario de la TV de ficción argentina de 2015: porque llegó precedida por apellidos ilustres de la pantalla local, esos que pueden prescindir de nombres (Campanella, Oreiro y Furriel); porque es el primer drama trascendente del año; y porque Campanella, su creador, se encargó personalmente del marketing al adelantar que se trataría de una serie política, un thriller de acción, con algunos “condimentos clásicos de la telenovela”.
El primer capítulo bastó para invertir las proporciones de ese spoiler de ingredientes. Porque lo que lució Entre caníbales en su primera entrega fue un desfile de todas las marcas de género de una telenovela de acción, con apenas un par de condimentos escasos de thriller político.
Con la urgencia que caracteriza a la TV nacional de los últimos años por mostrar todas las cartas en la primera ronda, en este episodio quedó claro que no hay matices entre los personajes: los villanos se delatan por sus risas maquiavélicas (y, por las dudas, también citan a Maquiavelo) y por su perfidia de manual; mientras en el otro equipo las banderas de la bondad y la filantropía se agitan como locas.
En el primer bando, el argumento rápidamente situó a Rafael Valmora (Joaquín Furriel), candidato a presidente, y sus funcionarios/confidentes, un grupo de amigotes del poder que en una noche de excesos de su juventud violaron a dos mujeres. Tras el crimen, una de ellas murió y la otra, Ariana (Natalia Oreiro), logró escapar, tuvo un hijo fruto de ese abuso y ahora regresa, 20 años después, en una paciente búsqueda de justicia.
Natalia Oreiro regresa así a la pantalla chica, definitivamente alejada de la simpatía de las tiras de comedia, con la austeridad interpretativa que adquirió en el cine. Una escena, sobre el final del capítulo, sirvió para que asomara su personaje.
Los aliados de Ariana son el cura de una villa que la rescató y se encargó de su hijo, un ex juez que la ayuda a urdir su plan justiciero y la única oveja mansa en el grupo de funcionarios, Agustín (Benjamín Vicuña), el político que redime a la clase dirigente y que, ya podemos adivinarlo, ella usará para allanar su camino aunque correrá el riesgo de enamorarse de él.
En el tono de ficciones como Montecristo y Vidas robadas, Entre caníbales toca un historia muchas veces contada (desde Julia Kuliok en Venganza de mujer) en una época particularmente sensible para la violencia de género. Quizás instalar el tema en el prime time de la TV nacional sea su gran virtud. En los próximos episodios se verá si tiene otras.
La nueva ficción protagonizada por Natalia Oreiro comenzó la noche del miércoles por Teleocho. Qué se vio en el primer capítulo.