El Dragón y el Lobo, el tan esperado séptimo capítulo de la penúltima temporada de Juego de tronos, se vivió en Naranja como un evento digno de cualquier alfombra roja hollywoodense.
Ya antes de entrar al edificio, uno sentía la bienvenida reflejada en grandes reflectores que iluminaban el cielo nocturno del domingo. Y la luz era necesaria porque, como todos sabemos, la noche es oscura y llena de terrores.
144 fueron los afortunados que lograron -por sorteos varios- pasar las puertas y vivir la experiencia. Adentro, el menú estuvo a la altura de la ocasión: hamburguesas y gaseosas. La multitud era grande y variopinta, de edades que oscilaban entre la adolescencia y los 40 años.
Lo primero que llamaba la atención era el difunto Khal Drogo y Daenerys Targaryen, madre de dragones, rompedora de cadenas -y una larga lista de títulos que a estas alturas resulta difícil de enumerar- que paseaban entre la gente, muy acaramelados, dispuestos a sacarse fotos con quien quisiera un recuerdo del momento.
Para pasar la espera, que se hacía larga -por la anticipación, los nervios y la curiosidad que casi se palpaban en el aire- se organizó una trivia en la que todos, entusiasmados, participaron. La metodología era simple: se leía una pregunta y las opciones, y cada uno se movía hacia un lugar de acuerdo a la respuesta que eligiese.
Así se pusieron a prueba los fanáticos de la serie, de los libros, y aquellos lo suficientemente atentos como para saber la altura exacta del Muro, el nombre del actor que interpreta al Gorrión Supremo, y quién fue la primera Mano de Robert Baratheon, entre otras cuestiones. El grupo de los que sabían todo era bastante grande, aunque la dificultad escaló a tal punto que solo hubo siete ganadores. Se llevaron pantuflas, mantas, y todo lo necesario para disfrutar de la serie en casa. Además, Melisa González, de 27 años, tuvo un premio especial por atreverse a cruzar media Córdoba con una capa invernal, sujetada por un broche de la casa Stark, atuendo que tenía desde una fiesta Bizarren a la que fue. Ella se llevó todo lo necesario para enviar un cuervo, menos el cuervo.
La paciencia y dedicación también tuvieron recompensa. Ese fue el caso de Alejandro, Gaspar, Juan Cruz y Gonzalo, que llegaron media hora más temprano el día que inauguraba la muestra y fueron los primeros en entrar. A cambio recibieron invitaciones para la velada.
La saga creada por George R.R. Martin despierta pasiones por motivos diferentes en cada persona. En el caso de Albert Schwarz, de 44 años, se trata de su amor por los combates medievales, que organiza y en los que participa regularmente. Él participó también en la trivia, aunque quedó afuera con la pregunta final.
A medida que se acercaba la hora del capítulo, la gente fue entrando al auditorio, un pequeño teatro que se encuentra en el subsuelo, junto a la muestra. Los asientos se agotaron en minutos, y unos cuantos quedaron parados.
Para aquellos medio perdidos, se pasó un video de 17 minutos con los eventos más relevantes (la mayoría de ellos, muertes) y hacia el final sonó el solemne y casi aterrador The Light of the Seven, que acompaña a la fantástica secuencia inicial de la sexta temporada.
De repente, la música ya no salía de parlantes sino del auditorio mismo: dos mujeres con sendos violines aparecieron interpretando una sentida versión de The Rains of Castamere, y todos temieron por sus vidas, como si fuesen invitados de la Boda Roja.
Luego de interpretar el tema de la intro y recibir un gran aplauso- el primero de muchos que vendrían- llegó el momento tan esperado, aunque unos problemas técnicos amenazaron con dejar a la audiencia sin su torta. En la sala de controles los técnicos trabajaban frenéticamente, mientras en la audiencia había muchas caras preocupadas y susurros nerviosos. Se escuchó un "¡Van a rodar cabezas!" y hasta un "¡Dracarys!", de un pirómano impaciente. Una pareja se fue, a toda velocidad, a buscar un bar seguramente. Aunque el susto no duró mucho: instantes después, comenzó el capítulo.
ATENCIÓN: a continuación, spoilers
El resto, es historia. Los aplausos abundaron, especialmente cuando Sansa mostró que su tiempo con Cersei y Littllefinger la habían curado de espanto y avispado bastante, y ni hablar de cuando Arya atravezó el cuello de Baelish, como tantos, aparentemente, querían.
Inesperadamente, el incesto entre Danaerys y quien ahora sabemos es su sobrino Jon Snow (o, mejor dicho, Aegon Targaryen) causó los vítores más resonantes de la noche. Después, con el dragón de hielo, silencio total.
La audiencia vivió todas las experiencias posibles, desde la ternura, pasando por la piel erizada y el temor (¡pensábamos que Cersei iba a matar a Jaime!), el alivio, la decepción y la felicidad.
