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La tevé argentina, con tolerancia cero con los animales

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Desde su personaje de provinciano simple, Fabio "la Mole" Moli multiplicó su popularidad y el rating del show de Marcelo Tinelli haciendo gala de su machismo descarado, de su torpeza, de su mirada cosificadora. Ganó el concurso de baile, tocó el cielo con las manos, pero se le vino la noche cuando trascendió que en su pueblo natal había participado de carreras de galgos. No importó si eso, también, formaba parte de su vida de hombre simple que tanto rédito les había dado. "Fuera de acá", dictaminó el emperador. Tolerancia cero para los animales.

Robo calificado por el uso de armas, asociación ilícita, privación ilegítima de la libertad. Violación de domicilio, lesiones, sustracción de automotores. Encubrimiento agravado. Acciones que expresan discriminación, odio o violencia por razones racistas, religiosas, sexuales o de procedencia geográfica. Sólo el primer capítulo de Un gallo para Esculapio podría servir de trabajo práctico para que los estudiantes de Derecho Penal aprendan a aplicar el Código.

Con factura cinematográfica y vocación poética por el bajomundo, liberando fuertes dosis de hiperrealismo, la serie planta la trama en torno a la banda de piratas del asfalto que lidera Chelo Esculapio, un tipo dual y vidrioso (magnífico Eduardo Brandoni), y del pibe Nelson, la contrafigura, que confirma a Peter Lanzani entre los mejores actores de su generación. Encarna a un joven provinciano, de acento misionero, que llega a Buenos Aires buscando a su hermano, con una bolsa blanca de lienzo en la que viaja su gallo de riña.

En la alicaída televisión abierta, saturada de panelistas y de programas de concursos, la serie es una invitación compartir una historia potente.

Prometedor debut de Un gallo para Esculapio.

Tiene todo para ser una de las ficciones de año, para pelear por los premios, para venderse al exterior (es una coproducción con TNT).

Sin embargo, apenas asomó, ya tenía una cita en Tribunales a instancias del abogado Christian Casas Cassataro, que solicitó la intervención de oficio de la Fiscalía para frenar la apología del delito que representan las escenas de riñas de gallos, actividad penada por la ley 14.346 de Protección animal.

Espanto preventivo

Underground exhibió dos placas. Una, para informar que es una ficción y que solamente la mera coincidencia puede relacionar eso con la realidad. La otra, al final, para advertir que ningún animal resultó maltratado durante el rodaje y que todas las escenas de riñas fueron trucadas. En cámara lenta, las peleas muestran más el entorno gallero y el ánimo de la gente que a los bichos peleando. El foco está en su plumaje alborotado y bello.

Pero ninguna de esas razones convenció a los proteccionistas que fueron a la Justicia convencidos de que la serie "tira por la borda el trabajo que muchos proteccionistas y personas de bien realizan a lo largo de años".

"La gente y ciudadanía debe saber que se muestra un delito y que si ve este tipo de actividades debe denunciarla", apuntó el letrado.

"Es nuestro deber ético, moral y solidario denunciar, ser la voz de aquellos que no la tienen, frenar la explotación y el dinero mal ganado por apuestas de sangre que estos galleros realizan y esta serie los muestra como algo normal. No dejemos que la TV basura y el mal contenido ingrese a nuestros hogares", dice el abogado en su cuenta de Facebook donde posteó la denuncia penal.

La polémica se instaló en las redes y en la TV, y tanto Proyecto Galgo Argentino como otras entidades ambientalistas avalaron el planteo legal aduciendo que "la gente se puede confundir". "El gallo no es actor. Que se muestren esas imágenes es un delito", aseguraron.

Nadie puede estar en contra de organizaciones que defienden los derechos de los animales. Es una lucha que gana adhesiones y genera conciencia. La ciudadanía no toleraría hoy que decenas de dobles murieran en la trastienda de un rodaje, como se denunció -y no hubo demasiadas réplicas- en la filmación de la simpática Las aventuras de Chatrán (1986).

Pero sus buenas intenciones no los habilitan como centinelas del control moral de los contenidos audiovisuales. Con los mismos argumentos, otros reclamarían que la Justicia disponga la abolición de películas sobre ladrones de bancos, narcotraficantes, asesinos seriales, chicos que hacen bullyng a sus compañeros, o camioneros indefensos a los que les roban la carga amenazándolos, arrodillados y con los ojos vendados, con una pistola en la cabeza, como también ocurre en la serie de los gallos. Llevando el razonamiento al absurdo, podrían sumarse a la cruzada psicólogos y psiquiatras que interpreten que la ciencia ficción y las distopías pueden confundir la percepción de la gente.

Entender que las ficciones son un puente a la realidad, un reflejo, un espejo donde mirarse, solazarse o espantarse, es parte del juego de hacedores y espectadores ajeno a los Tribunales. Y en ese juego, solamente uno tiene el poder de apretar el botón de "Off".

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La tevé argentina, con tolerancia cero con los animales
Autor: 
Cristina Aizpeolea
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Punto de vista. La miniserie Un gallo para Esculapio no había empezado a andar que ya recibió su primera denuncia penal por apología del delito. Según el abogado, las escenas pueden promover las riñas de gallos.

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