Los seguidores de la serie estaban tan sedientos de nuevos capítulos como los Stark lo están de venganza. Y el domingo a la noche fue el primer trago de la nueva temporada de Juego de tronos, estrenada en cable en simultáneo en Estados Unidos y Latinoamérica (quizá la única respuesta inteligente de los canales a la piratería). En la temporada anterior, la llamada "boda roja" había quedado en el recuerdo cómo el pico más intenso de esta tragedia-culebrón de espadas y dragones. Y quizá por eso, las expectativas eran altas. Pero hay que recordar que en cada temporada, la arquitectura del relato y la tensión dramática de la serie van en ascenso progresivo.
Así, el nuevo capítulo no hizo más que recapitular, valga la redundancia, dónde están parados los personajes (en el mapa geográfico y político) a esta altura de la historia. Los que lograron sobrevivir, claro está. En cada rincón de Poniente hay cosas por hacer y peligros de los que escapar. El primero en aparecer en la pantalla fue Twyn Lannister, el gran jugador en las sombras, quien realmente mueve las piezas, por si a alguien le quedaban dudas. Twyn sabe que el poder no sólo se gana sino que después se mantiene, y es el único lúcido sobre la vulnerabilidad de la corona que carga su nieto Joffrey.
La novedad esperada en este episodio fue un personaje que representa a una nueva casa noble: el príncipe Oberyn Martell, oriundo de Dorne, las tierras soleadas del sur. Martell simboliza a la nueva pieza en el tablero, que llega buscando venganza (otro más y van…). El actor chileno Pedro Pascal le puso una impronta especial a Oberyn, sin desentonar con el resto del elenco (y pronto sabremos por qué lo apodan "la víbora roja").
En otro continente, cruzando el océano, apenas una escena breve bastó para saber en qué anda Daenerys Targaryen, que sigue amasando un ejército con el plan de reclamar el trono, mientras coquetea con Daario (quien, por cierto, está ahora interpretado por un actor nuevo), y en qué andan sus dragones (volando por el cielo como si fueran leves golondrinas).
Los Lannister, bien gracias. Tyrion trata de poner algo de sentido común a la política interior, mientras no advierte cómo su amante Shae y su resentimiento podrán ser letales; Jaime descubre las dificultades de ser un caballero lisiado; y Cersei cada vez empina más el codo al ver frustradas sus ambiciones sólo por ser la mujer de la familia.
Para todos hubo escenas breves, pantallazos mínimos para recordar hacia dónde va cada uno: Sam y Jon Snow en el muro; Ygritte y los salvajes que quieren cruzarlo; Sansa Stark, rodeada de enemigos en la capital; y la joven Arya Stark, que aún viaja en compañía del Perro. Con él protagoniza una de las pocas escenas de acción del capítulo, la más extensa y la que funcionó como epílogo. Así, como una carta de presentación más que como un pasaje clave fue el debut de la cuarta temporada. La venganza, como el poder, son platos de cocción lenta. Y, como dice el lema, "Todos los hombres deben morir".
El primer episodio de la cuarta temporada de "Juego de tronos" abrió nuevas intrigas y caminos para los personajes que sobrevivieron, con más drama que acción.