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Digno y solitario final: así terminó "Mad Men"

Siete temporadas le llevó a Matthew Weiner, creador de Mad Men, contar la historia de Don Draper, el creativo publicitario cuya vida en las décadas de 1950 y 1960 funciona como retrato de época. Serie con todo para ser de culto y con nada para ser popular, se instaló en el paladar de miles de seguidores impulsada por guiones de vértices literarios, actores ignotos en interpretaciones históricas, y un tono elegante y seco.

El lunes se emitió el último capítulo, que en la previa despertó tanta inquietud como el final de Los Soprano (serie basal en la que Weiner era también guionista). Las preguntas eran varias: ¿Habría final feliz? ¿Draper caería de las alturas, redimido como un Ícaro del siglo 20? ¿Cuál sería el destino de los personajes femeninos, que transitaron los mayores cambios? Valga aclarar que los párrafos que siguen incluyen spoilers para quienes no hayan visto los últimos episodios.

Advertencia: ¡spoiler!

La séptima temporada se intuyó desde el arranque como el principio del declive de este grupo de ambiciosos publicistas y su agencia. El cambio de época y el abordaje a los ‘70 se anunciaba ya desde la muerte de Cooper (el socio más antiguo). Luego, tras ser “absorbidos” por una agencia poderosa como McCann-Erickson, el nuevo mandamás le explica a Draper y equipo cuán alto llegaron: “Dejen de resistirse. Murieron y ahora están en el cielo de los publicistas”.

Pero el cielo termina siendo un infierno para Joan, por ejemplo, que decide continuar sus sueños profesionales de manera independiente. Para Roger, que opta por poner el acento en su vida emocional al lado de una mujer de su edad.

A la gran sobreviviente, Peggy Olson, la figura más fuerte después de Don, le reservaron un final precocido y bastante pobretón para las dimensiones de su personaje: entendió que “el trabajo no es todo en la vida” y, finalmente y sin grandes vueltas, se entregó al amor.

Weiner decidió no dejar cabos sueltos con respecto a Betty, la exmujer de Don, que desde la primera temporada sabíamos que tenía problemas de salud. Recién en los últimos episodios nos enteramos que padece cáncer de pulmón (a alguien le tenía que tocar, en una serie en la que el tabaco es central). A tono con el personaje, su despedida es sin golpes bajos.

Para Don hubo un epílogo digno de su personaje. Lejos de una caída en desgracia absoluta o de un suicidio “triste, solitario y final”, la trama se plegó en la circularidad.

Como en otras oportunidades de la serie, Don toca fondo, se desprende de lo que consiguió (muebles, casa, familia) y maneja sin rumbo por la ruta. Se pierde, otra vez, entre desconocidos. “Te gusta jugar a ser extranjero”, le dice el fantasma de Cooper. Y en un retiro hippie/new age Don parece entender, por primera vez, el sentido de su identidad, el fondo de su vacío. Pero esa epifanía le servirá para reinventarse como lo que es: un gran vendedor, un self made man, un creador de eslóganes de Coca-Cola. Un gran simulador.

Mirá la publicidad que Coca Cola realizó en 1971 que forma parte de la escena final de Mad Men:

 

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Nuestro comentario del último episodio de la serie de culto sobre el publicista Don Draper. Contiene spoilers.

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