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Punto de vista: El humor cordobés ha muerto

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¿Quién recibirá más votos: el Negro Álvarez en el “Bailando por un sueño” o Cacho Buenaventura en la elección a vicegobernador de Córdoba? La chicana al Negro recibe una risa al otro lado del teléfono, pero al cabo que no importa la respuesta: al fin de cuentas, que los dos grandes referentes del humor local estén en lugares tan ajenos a su mundo natural sólo profundiza la teoría de que el humor cordobés, como género y marca registrada, está en vías de extinción.

Cacho Buenaventura, dueño de un poder narrativo extraordinariamente efectivo en escena, se metió en la carrera política junto a Eduardo Acastello después de ser durante 12 años la imagen mediática del gobierno al que ahora enfrentará en las próximas elecciones. Sus comerciales hechos para una Epec de conducción delasotista, de hecho, siguen en la tele esperando que no se corte (ni la luz ni la onda).

En la otra vereda, el Negro Álvarez será el cordobés del “Bailando por un sueño” que empieza mañana, y al menos consiguió que aquel antihéroe de sus viejos cuentos esparcidos en los bodegones y tablados cordobeses cuatro décadas atrás no tenga que bailar con la más fea. Álvarez supo integrarse a la farándula argentina como nadie cuando se fue a radicar a Buenos Aires y se dedicó al teatro de revistas y a llevar su sello mediterráneo por la televisión nacional.

Pero aquella no es la farándula de hoy; y la tele no es la tele de hoy; y el humor cordobés ya no abre las puertas como antes (o no las mismas), por el color de lo exótico y el sabor de esos chispazos que hicieron de él una forma de identidad. En la lógica actual, en la tele vale más un “culiado” dicho por la Mole Moli sin el contexto de un cuento elaborado con nudo y remate. El "culiado" es el nudo y es el remate. Esa es la gracia.

El género localista de hacer reír se ha degenerado. Ahora importa más el chiste en sí (efectivo y preferentemente con destino viral) que su lugar de procedencia, que hasta hace no mucho tiempo le daba un plus a cualquier cuento. Las temporadas de teatro de verano ya no tienen lugar para que aparezcan figuras cordobesas, y con suerte lo tienen para los pocos consagrados: Cacho, el Negro, Doña Jovita y el Flaco Pailos corren con cierta ventaja, aunque su nombre tampoco les asegure nada en la lógica del espectáculo veraniego. También Chichilo Viale, aunque hace rato se desmarcó del contador de chistes hacia un rol de comediante/actor que dejó al margen al borracho.

Los que comparten generacionalmente con Pailos salieron a la luz apoyados por otras lógicas de consumo: o gracias a sus participaciones en radio o televisión, como imitadores o humoristas que luego trascendieron el aire y llegaron a los escenarios, o gracias a fiestas privadas y circuitos empresarios más reducidos. Pero allí termina el asunto, y el impacto no es el mismo o depende a veces de factores ajenos a sus propias virtudes.

El humor cordobés de hoy elige otro lugar para mostrarse: el stand up generó la aparición de al menos 30 nuevos nombres en el último tiempo (de calidad dispar), y los videos virales muestran con presente promisorio algunas caras nuevas de futuro éxito improbable. A nadie parece erotizarle la idea de convertirse en la nueva generación de algo que ha perdido su identidad, o que quedó reservado para un público con otros modos y costumbres de reir. Cacho fue políticamente incorrecto (antes de ser un candidato políticamente correcto) cuando reclamó que hoy los jóvenes sólo bajan chistes de Internet y con eso pretenden construir sus carreras.

Es que a diferencia de aquellos personajes e historias que surgieron para las creaciones de los principales referentes del humor, hoy la mayoría no toma personas o hechos de una realidad local y palpable para construir sus modos de hacer reír. La fórmula, entonces, se agotó como la conocíamos. Y el Humor Cordobés deberá reencontrar su sentido (si es que lo tiene) para no quedar determinado únicamente por la tonada de quien cuenta sus cuentos.

Tanto los viejos como los nuevos humoristas cordobeses suelen cambiar su repertorio (algunos poco, otros mucho, otros nada), pero ninguno se atreve a modificar la fórmula ni a pensar ideas nuevas, originales, que incluyan modos de comunicación diferentes. Entonces, mientras los clásicos se dedican a otra cosa (a la política, a lo mediático, como Cacho y el Negro), nadie está predestinado a ocupar sus lugares vacantes. No hay, hoy por hoy, nuevas generaciones de humoristas en el horizonte, o al menos con la fuerza suficiente como para que pensar que el género sigue vivito y coleando.

El humor cordobés ha muerto. Habrá que velar por la chispa que, alguna vez, encienda otra vez el fuego.

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Con los dos grandes referentes del dedicados a otra cosa (la política o la farándula), el género no muestra señales de recambio ni un futuro promisorio.

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